William Walker, El buzo que con sus propias manos salvó la catedral de Winchester

Miles de turistas visitan cada año la catedral de Winchester, en el condado de Hampshire, al sudeste de Inglaterra. Pero pocos saben que estaba prácticamente en ruinas a principios del siglo XX debido a sus inestables cimientos, que descansan sobre un lecho de agua. En los siglos precedentes, el peso de la construcción los había hundido y desestabilizado, con lo que se presentaron grietas cada vez más preocupantes en sus muros.

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Esta característica no se percibió como un problema en aquel momento, aunque lo fue con el paso de los años: el suelo se comprimía y cedía bajo el peso de los muros. La primera víctima fue la torre central, que cayó en 1107 y quedó completamente destruida

Pasaron más de dos centurias hasta que, finalmente, un equipo de arquitectos examinó el edificio

A principios del siglo XX la catedral estaba en unas condiciones lamentables, con enormes grietas en las paredes internas y desprendimientos en la cripta y el ala oeste. El trascoro añadido en el siglo XII y el muro de la cara sur estaban visiblemente inclinados. Se temía que todo se desmoronara en cualquier momento.

Los ingenieros se encontraron con que la base de la estructura ya estaba sumergida a más de seis metros de profundidad en el lodo.

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Inundaciones en las criptas de la catedral: Foto David Spencer CC BY 2.0

Al Ingeniero Fox se le ocurrió que un submarinista podría descender hasta los cimientos para colocar más rápidamente piezas de hormigón y bolsas de cemento. Cuando su plan se hizo público, los periódicos de la época lo definieron como “una tarea hercúlea”.

El ingeniero y el arquitecto acudieron a una renombrada empresa británica de buceo, la Siebe Gorman & Co. Se trataba de un grupo de élite que anteriormente ya había desarrollado equipos subacuáticos para proyectos de rescate de la Marina. Se hacían llamar “ingenieros submarinos”.

El buzo que se había quedado solo para apuntalar manualmente la catedral de Winchester, sumergido en el fango y sin apenas visibilidad, era un hombre de 36 años llamado William Walker.

Sus jornadas de seis horas y cinco días a la semana continuaron durante 5 años. Y esto, en una época en que la tecnología de los equipos de buceo apenas estaba desarrollada (los trajes eran metálicos, extremadamente pesados). Pero, aun así, cada fin de semana a Walker le quedaban fuerzas para ir en bicicleta hasta la ciudad de Croydon, a 125 kilómetros de allí, donde estaba su familia.

En 1911 terminó finalmente su cometido: había rellenado por sí solo los cimientos de todo el edificio. Lo que, en cifras, se traducía en colocar 25.000 sacos de cemento, 115.000 bloques de hormigón y 900.000 ladrillos. Su gesta se publicó en todos los periódicos del país. Walker se convirtió en un héroe mediático al instante: el buceador que había salvado la catedral de Winchester.


Humnano a Escala con 900,000 ladrillos.

Fuente: Autor Thais Gutiérrez artículo original

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Que pasada de historia…

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