Mi instructor siempre nos decía que un buzo depende de su habilidad y no del equipo que porta y siguiendo la vieja tradición en la formación del buceo nos entrenaba en la práctica de los “escapes”, que consisten en realizar un ascenso libre moderando la velocidad de ascenso y exhalando continuamente el aire, siempre hizo hincapié en que la expansión del volumen en los pulmones nos proporcionaría el aire necesario para llegar a la superficie si sabíamos administrarlo. Los escapes o ascensos libres o de emergencia eran practicados inicialmente por los tripulantes de los submarinos. Alguna vez escuché decir a un entrenador del Comando Submarino de la Armada que sus buzos entrenan escapes de 50 y 60 metros de profundidad. El récord del ascenso libre o escape de la mayor profundidad probablemente lo ostenta Bret Gilliam quien al intentar salvar a su compañero de un ataque de tiburones fue arrastrado a una profundidad de aproximadamente 120 metros en donde se quedó sin aire, hizo un escape y logró sobrevivir, claro que no se salvó de la enfermedad de descompresión (Aquí la historia).
Actualmente la mayoría de las escuelas de buceo comercial tienen prohibida la práctica de los escapes por representar un riesgo por si misma, pero uno nunca sabe cuándo se pueda necesitar y desde mi humilde perspectiva es mejor tener a la mano la mayor cantidad de habilidades posibles.
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